A la esperanza

Miguel de Unamuno

                      I

Esperanza inmortal, genio que aguardas
al eterno Mesías, del que sabes
que nunca llegará, tú la que guardas
a tu hija la fe con siete llaves

y que ante la razón no te acobardas
si no haces a los corazones aves
para volar sobre las nubes pardas
de la fosca verdad, ya en mí no cabes.

¡Esperanza inmortal, ave divina!
que es mi alma para ti harto mezquina
y te ahogas en ella, y por tal arte

huérfano me he quedado de tu abrigo,
y ahora lucho sin ti por si consigo
luchando así, a las ciegas, olvidarte.

Salamanca, 30-XII-1910.

                      II

Pero no, tú, inmortal, por siempre duras
pues vives fuera de nosotros, Santo
Espíritu, de Dios en las honduras,
y has de volver bajo tu eterno manto

a amparar nuestras pobres amarguras,
y a hacer fructificar nuestro quebranto;
sólo tú del mortal las penas curas,
sólo tú das sentido a nuestro llanto.

Yo te espero, sustancia de la vida;
no he de pasar cual sombra desvaída
en el rondón de la macabra danza,

pues para algo nací; con mi flaqueza
cimientos echaré a tu fortaleza
y viviré esperándote, ¡Esperanza!

Salamanca, 6-1-1911.